Vacaciones 2006 - Día 2
Luego de dormir algunas horas y además mal, de desarmar el campamento base y de una reponedora ducha y un rico desayuno preparado a orilla de la carretera en la cocina improvisada, emprendimos nuevamente el viaje. Nos dimos cuenta de que habíamos olvidado traer la Biblia de todo viajero: la guía “Turistel”.
Demonios! Debíamos comprar un mapa con suma urgencia, pues en mis investigaciones con respecto a la ruta, no estaba tan segura de que camino era el más corto para llegar al Parque Nacional Tolhuaca.
Compramos un Mapa Rutero en la Copec (que en realidad era una vil copia de los mapas de la Turistel) y seguimos la ruta.
Por carretera sólo puedes admirar lo que hay a tu alrededor y debes imaginar que habrá más allá de los cerros y de la ruta…
Llegamos a Victoria, un lindo pueblo, pequeño, con las cosas típicas de un pueblo: plaza de armas, banco, correo, supermercados, centros de llamados e Internet.
En 15 minutos ya había recorrido el centro del pueblo a pie, aproveché de comprar algunas cosas y luego de cargar combustible seguimos a nuestro destino.
Por una mala decisión de mi parte (esto de andar pensando cosas que no debo :p) me equivoqué en señalarle la ruta a mi compañero, no había cumplido con la labor de un buen copiloto que consiste en estar atento a la ruta y ayudar al piloto, por culpa de mi error anduvimos casi 60 kilómetros de más y llegamos a Curacautín, aún estábamos a tiempo de tomar otro camino hacia Tolhuaca, pero nos dijeron que habían unas termas muy lindas, nos miramos con mi compañero y DEBÍAMOS ir a las termas primero.
La ruta ya empezaba a ponerse más pesada, las carreteras ya no existían y el camino de ripio se hacía nuestro nuevo compañero, el paisaje nos alentaba a seguir a pesar del cansancio, teniendo al Volcán Tolhuaca y sus 2806 metros de altura como nuestro testigo.
Oíamos la música del Panchi, nos aprendimos de memoria los temas de “Pulentos” “BKN” y tuve que oir Reggetón (lo que hace uno por los hijos :p) pero por lo menos la música servía para mejorar nuestro ánimo, el camino parecía no tener fin, ya no habían letreros de señalización y las casas hacía mucho rato que habían desaparecido de nuestra vista, nuevamente el miedo a lo desconocido se apoderaba de mi, pero es un miedo rico, es la adrenalina de no saber hacia dónde vas y que peligros pueden estar esperándote detrás de un cerro…
Finalmente llegamos a las famosas termas, ya de noche, hacía un frío descomunal, olvidaba a veces que estaba casi en la cordillera, preguntamos por las habitaciones y en realidad era demasiado caro para nosotros, ya que sólo estaríamos ahí una noche, en el lugar también habían lugares para acampar, a eso íbamos nosotros, buscamos un buen lugar y de nuevo a armar el campamento. Luego de un rato, unos “vecinos” nos invitaron a compartir con ellos una fogata para apaciguar en alguna medida el frío que hacía. Conversamos de la vida con ellos, teniendo como techo un cielo limpio y estrellado, de esos que no sueles ver en Santiago. Al cabo de un rato el cansancio fue más fuerte que las conversaciones y nos fuimos a dormir, ésta vez…yo estaba más tranquila…